
APARICIÓN A LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS
Al caer la tarde del domingo en que resucitó Jesús, dos de los discípulos se marchaban a su aldea, llamada Emaús. Volvían desesperanzados por los acontecimientos de aquellos días y el triste final de la muerte de Jesús. Jesús se apareció a ellos mientras caminaban, aunque no le reconocieron. Al caminar, Jesús les interrogó por la causa de su tristeza, y ellos al contárselo descubrieron también que su fe en Jesús era insuficiente, pues esperaban un Mesías rey que les librase del yugo de los romanos. Jesús aprovechó sus palabras para explicarles el sentido de las Escrituras, y que convenía que sucediese de aquella manera como lo habían anunciado los profetas. Además se lo explicó de tal modo, que después comentaron que les ardía el corazón mientras les explicaba las Escrituras. Al llegar a la aldea, le invitaron a cenar, y al partir el pan le reconocieron. Entonces desapareció de su presencia. Ellos volvieron a Jerusalén a contar lo sucedido (Lc. 24, 13-35) Los demás les dijeron también: «El Señor ha resucitado realmente y se ha aparecido a Simón» (Lc. 24, 34) Es de notar en todos estos testimonios la insistencia en dejar constancia tanto de la incredulidad que manifestaban inicialmente los discípulos, como del realismo de las apariciones; por ello insisten en que Jesús comió, le tocaron, le oyeron, y no sólo le vieron. La Resurrección es la victoria de Cristo sobre la muerte y sobre sus causas: el pecado y el diablo.
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