viernes, 23 de abril de 2010

CUANDO LA TIERRA EMPEZÓ A TEMBLAR...(HAITÍ)

Me llamo Luis y trabajo cómo cámara para una televisión española en EEUU. Hace 4 años llegué aquí con mi compañera periodista Ester. Ester era una chica muy inteligente, una gran escritora, pero nunca había vivido ninguna noticia. Siempre había trabajado en un periódico y cuando supo que al fin podría sentir la información de verdad se alegró enormemente. Era muy viva, alegre donde las haya, siempre tenía una solución para todo. Estuvimos cubriendo noticias con temas muy diversos, galas de los Oscars, atentados, noticias económicas, la toma de posesión del Presidente Obama... Pero nunca habíamos tenido que enfrentarnos a una situación como el terremoto de Haití. El 12 de Enero de 2010 nos llegó desde España la noticia de que un fuerte terremoto, de 7 grados en la escala de Richter había asolado Haití y sus alrededores y que debíamos ponernos en marcha enseguida para informar de lo que allí estaba sucediendo. Lo que allí vimos fue una experiencia horrible para Ester. No podía sobrellevar lo que estaba viendo, incluso dejó de informar, y cuando la peste se apoderó de ella no tuvo fuerzas para hacerle frente. Incluso para mí, que había estado en la guerra de Irak más de una vez, fue algo que me marcó. Nunca he podido superar las experiencias vividas en Haití y mucho menos borrarlas de mi mente. Pero probablemente lo que más me ha dolido de todo lo que pasó fue verla morir. Aquella chica parecía tan fuerte, nunca desistió en nada de lo que se propuso, sin embargo no soportó ver a la gente morir a su alrededor sin poder hacer nada por salvar sus vidas. Ester era una chica con un gran sentido de la responsabilidad, se hizo voluntaria para poder ayudar y cada vez que alguien moría en sus brazos, cada muerte, era una puñalada que iba destrozando poco a poco su joven corazón. Cuando cayó enferma no fue capaz de levantarse, tras días agonizando, aquella chica vivaracha de brillantes ojos castaños murió. Lo que Ester deseaba por encima de todo era que la información de lo pasó en aquel país de Centroamérica, llegara a todos lo lugares del mundo, y yo quiero cumplir su deseo ya que ella no podrá hacerlo. Porque el trabajo que hicimos tanto nosotros como los otros periodistas que se encontraban en Haití fue muy importante para que todos conocieran lo que estaban pasando en el lugar de la catástrofe y sin ese trabajo quizás no hubiera llegado ayuda a quienes lo necesitaban. Este es el diario que Ester escribió durante los días que estuvimos en Puerto Príncipe después del terremoto.

“ 12/01/2010

Han llegado noticias terribles, un terremoto de 7 grados en la Escala de Richter a asolado Haití y sus alrededores. Enseguida Luis y yo nos pusimos en marcha. Tras hacer unas llamadas conseguimos coger un avión hacia Puerto Príncipe. Mientras estábamos en el aire, me sentía realmente nerviosa, no pronunciaba palabra, nunca había estado en el lugar de una tragedia tal como un terremoto tan horrible. Entonces miro por la ventanilla y veo lo inevitable, destrucción. No queda ni un solo edificio en pie. El piloto nos informa de que oficiales de Naciones Unidas se han hecho cargo del aeropuerto y que tenemos que esperar a que nos den vía libre para aterrizar. Tras una larga hora de espera podemos bajar del avión. Nos han dicho que los medios de comunicación se han instalado en una esquina del aeropuerto y hacia allí nos dirigimos. El aeropuerto funciona de hospital improvisado, no paran de llegar camillas con enfermos para ser atendidos por los soldados. Delante de mí veo una pareja de niños que parecen ser hermanos por el increíble parecido. El que parece el hermano mayor mira el suelo de la pista con la mirada perdida y el hermano menor llora desconsolado en sus brazos . No pude evitar que las lágrimas rodaran por mis mejillas, me sentía realmente mal por aquellos chicos, yo gozaba de una estabilidad económica y de una vida plena con todas las comodidades, sin embargo ellos lo había perdido todo, probablemente también a su familia. Luis me preguntó si me encontraba bien, ''Es éste el empleo que escogí debo atenerme a sus consecuencias- le dije- esta tragedia, lo que están viviendo estos chicos, me parece horrible, pero nunca podré llegar a sentir el dolor que sienten ellos en lo más profundo de su ser, porque para sentirlo debería haber nacido aquí, y haber visto como toda mi vida se destruye en un segundo. Yo que he nacido con un plato caliente cada día en la mesa nunca podré llegar a experimentar esa sensación por mucho que me esfuerce, eso es algo que no está reservado para ciudadanos como nosotros.''

15/01/2010

Creía haber visto cosas horribles en mi vida, pero tras haber pasado unos días en las calles de Puerto Príncipe me di cuenta de que no. Me he dado cuenta de que tanta destrucción, tantos muertos en tan poco espacio, tantos cuerpos pudriéndose en las calles comidos por las moscas, tantas personas llorando desconsoladas por haber perdido lo poco que tenían, nunca habían pasado por mi retina. Todas las casas haitianas estaban hechas pedazos, no quedaba nada de la vida de aquellos hombres y mujeres que con tanto esfuerzo había levantado aquellos hogares. Los heridos deambulaban por las calles arrastrando los pies, sin fuerzas para andar, quizás por las heridas que llenaban sus cuerpos, quizás por la herida mucho más profunda de su corazón. Los voluntarios corrían de un lado a otro ayudando a los heridos y buscando supervivientes. Sacando fuerzas de donde no las había Luis sacó su cámara para empezar a grabar. Delante nuestra, una psicóloga del ejército americano abrazaba a un chico que lloraba sin parar, intentado calmar la agonía que le causaba ver a su madre en el suelo, inmóvil. Luis montó la cámara y yo me preparé para informar, pero en ese momento mi compañero cayó de rodillas al suelo. ''No tengo la fuerza ni la decencia necesarias para grabar esto-dijo sollozando- su mundo se ha roto, al menos esta esquina de Puerto Príncipe, sucia,desolada y oscura le pertenece solo a él aunque sea solo durante un rato. No puedo enviar imágenes de esto, es mejor que los ciudadanos de todas partes del mundo cierren los ojos y rueguen porque estos niños alguna vez vuelvan a sonreír.'' Aquellas palabras de Luis me hicieron desear volver a casa. Con toda la gente que necesitaba ayuda, toda la gente que aún estaba atrapada bajo escombros y yo sólo me preocupaba por que la conexión saliera bien, que estúpida era. La gente sufría en aquellas calles destrozadas, necesitaban comida y agua enseguida o morirían. Pero la ayuda no puede entrar en la ciudad aún. Está toda acumulada en el aeropuerto a la espera de más soldados que se atrevan a distribuirla. Porque las calles de Puerto Príncipe están llenas de saqueadores y cualquier persona que se ofreciese ha llevar comida y agua a las calles necesitaría una importante escolta militar. Tras meditar mucho acerca de si debía regresar a España o no, me di cuenta de que nuestro trabajo era muy importante allí. La información que llevábamos a todos los lugares del mundo era la que hacía que los habitantes de los países desarrollados sintiesen algo de compasión en sus fríos corazones dominados por el dinero y enviaran dinero a los que más lo necesitaban. Sabía lo importante que era mi función en Haití, pero lo que más deseaba en aquel momento era ayudar a los demás personalmente, no indirectamente, quería salvar vidas.

19/01/2010

Ha habido varias réplicas esta noche, es imposible dormir con todo lo que está pasando aquí. Los damnificados se agolpan a las puertas de los hoteles que han conseguido abrir comedores improvisados buscando algo que poder llevarse a la boca. He decidido hacerme voluntaria, Luis y yo hemos estado en el aeropuerto repartiendo comida a los enfermos y ayudando en todo lo que podíamos. El panorama allí, al igual que en el resto de la ciudad, es devastador. Los heridos llenaban la pista, unos junto a otros en camillas viejas y desvencijadas llenas de sangre, sufriendo , esperando a que alguien del personal sanitario pudiera dedicarle unos minutos, aunque solo fuera una vacuna analgésica para poder morir tranquilos y sin dolor. Esta mañana fuimos con unos compañeros españoles que habían traído perros para intentar encontrar supervivientes. Mientras caminábamos oímos como de debajo de unas rocas pesadas llegaban a nuestros oídos casi apagado un llanto infantil. Enseguida los perros saltaron y empezaron a olisquear buscando algún rastro humano. Al momento estaban ladrando alterados. Rápidamente empezamos a quitar rocas, entonces pudimos ver un pequeño brazo tiznado de polvo. Quitamos algunas rocas más y pudimos ver la carita de una niña que no tendría más de cuatro años. Conseguimos sacarla y vimos que ni siquiera estaba herida pero sí deshidratada. Le dimos agua y enseguida sonrió. Después de tantos días viendo lágrimas en los ojos de la gente, de tanta destrucción, de tantos muertos amontonados en las calles, aquella sonrisa supuso una pequeña luz en la más absoluta oscuridad. Ver aquel rostro, sonriente al fin, sus ojos brillantes, llenos de felicidad me hicieron sentir que debía quedarme en Haití y seguir ayudando a la gente. Eso nos dio fuerzas a todos porque Luis consiguió sacar su cámara para grabar al fin. Di la niña a sus rescatadores y Luis empezó a grabar. ''La imagen de esta niña que acabamos de rescatar tras 7 días sepultada bajo tierra es la imagen de la esperanza, al igual que quedan muchos cadáveres bajo los escombros también quedan muchas personas vivas, personas que necesitan toda la ayuda que pueda enviarse. Aquí toda ayuda es poca, pero si pueden aunque sea mandar un paquete de arroz podrá servir de alimento a niños que necesitan comer,niños que lo han perdido todo y que lo único que tienen ahora es el apoyo de unos cuantos desconocidos. Así que si queda algo de compasión en el fondo de su alma les pido un poco de caridad.'' En ese momento me derrumbé, no podía soportar más la presión. No podía negar lo evidente, por mucho que hiciera nada parecía surtir efecto. La impotencia inundaba cada parte de mi alma, sentía que no podía hacer nada por aquellos niños que había quedado huérfanos, si pudiera acogería a algunos de esos niños en mi casa de Nueva York, aunque solo fuese temporalmente. Entonces Luis se agachó y me abrazó, aquel abrazo era lo único que podía consolarme en ese momento.

22/01/2010

Hoy he visto algo realmente horrible. Mientras paseaba por las calles de Puerto Príncipe, vi como una pala cogía a un montón de muertos de las calles y los echaba en un contenedor. Era una imagen tan sobrecogedora que habría podido conmover lo más profundo del alma del ser humano más insensible de la tierra. Mientras más días pasaba en Haití más me doy cuenta de que no puedo irme. Ahora más que nunca necesitan mi ayuda, todo parece estar más calmado pero todavía hay niños que lloran solos en las calles destrozadas sin un sitio donde dormir y donde sentirse protegidos. Todo lo que veo aquí me hace sufrir terriblemente. Ver a tantos niños llorando, sin nadie que los consuele, sin nada que llevarse a la boca. Ver a madres gritando de forma desgarradora al ver a sus hijos muertos bajo una roca. Cada día aquí es una odisea, personas peleándose por coger algo de la comida y el agua que reparten los voluntarios, médicos y soldados llevando camillas con heridos, militares conduciendo camiones llenos hasta arriba de cadáveres... No podía evitar llorar al ver tantas familias destrozadas, tantas vidas destruidas, las casas podrían reconstruirse pero las vidas de las personas que alguna vez habían vivido en ellas nunca podría volver a ser como era, nunca se borrarían de sus mentes tanta destrucción y tanto dolor.

24/01/2010

Doce días después del seísmo la situación parece normalizarse, en puestos callejeros empiezan a venderse hortalizas y frutas y algunas tiendas y bancos están reabriendo sus puertas. Pero a pesar de todos estos signos de mejoría, la destrucción de Puerto Príncipe no tiene límites. Se calcula que sobre millón y medio de personas siguen sin hogar, durmiendo en las calles, a la intemperie cada noche, sin nada que comer ni beber, sin acceso a medicinas. Afortunadamente el aeropuerto vuelve a funcionar con normalidad y cada día llegan cargamentos de comida, agua y medicinas. Luis y yo seguimos ayudando en todo lo que podemos, ayer conseguimos rescatar a un hombre de unos 30 años, que estaba al borde de la muerte. Gracias a dios sigue vivo y se recupera rápidamente. Aquel hombre era la imagen de la fuerza del ser humano, de lo que puede llegar a aguantar una persona cuando desea algo con muchas ganas, vivir. Lo que realmente me da fuerzas para seguir en Haití son esos hallazgos, esas personas que se aferran a la vida que la naturaleza ha querido quitarles. Son la única esperanza para un pueblo que solo quiere derrumbarse, una esperanza que les da la fuerza para levantarse cada día e intentar volver a poner en pie sus vidas.


28/01/2010

Hoy he entrado en uno de los hospitales que había improvisado Cruz Roja. Las imágenes que vi allí permanecerán siempre en mi memoria. Un niño estaba siendo atendido en una camilla llena de sangre, se disponían a amputarle la pierna ya que la tenía totalmente infectada. El chico lloraba, no debía de tener más de 4 años y su vida se había convertido en un calvario, nunca más podría volver a corretear por las calles con sus amigos, probablemente sus amigos habrían muerto en el terremoto. Odiaba la sensación de impotencia que nacía en mí cada vez que veían situaciones como la que se encontraba ante mis ojos. En momentos como aquel hubiera dado lo que fuera por poder hacer que el tiempo volviese hacia atrás, hasta antes del terremoto. Ojalá nadie nunca tuviera que vivir lo que aquellos seres humanos estaban pasando, pero la naturaleza es muy caprichosa, lo mismo puede hacer crecer un árbol que hacer que un bosque se queme en un incendio, lo mismo le da la vida a un niño que mata a toda una ciudad. Salí del hospital con lágrimas en los ojos, caminaba sin mirar por donde iba, solo pensaba en lo que acababa de ver, cuando sentí que algo me mordía el pie. Sin poder evitarlo, lancé un alarido de dolor. Mire hacia el suelo y pude ver como una vieja y sucia rata se alejaba corriendo. No le di demasiada importancia, al llegar al aeropuerto me vendé el pie y me olvidé de aquel contratiempo.

30/01/2010

Los días en Haití son cada vez más largos,me siento terriblemente cansada y fatigada. Ya no me siento con tantas fuerzas para ayudar a los demás como antes. Mis fuerzas se van debilitando, quizás porque que la gente a pesar de todo lo que estamos haciendo por ayudarla sigue muriendo. Lo único que me da esperanza es ver cómo los niños que hace unos días estaban en hospitales o bajo escombros ahora corretean felices de nuevo por las calles. Luis y yo hemos hecho un par de conexiones más en directo con España. Nunca pensé que el periodismo pudiese ser algo tan duro, a Luis y a mí nos cuesta muchísimo informar por culpa del dolor que nos causa ver como la gente muere aquí en Puerto Príncipe. Pero la información que mandamos a nuestro país y al resto del mundo puede ser la que ayude a salvar la vida de una persona, nuestros reportajes enseñan a todos lo duro que es estar aquí y el apoyo que necesitan estas persona, es algo crucial que sigamos haciendo nuestro trabajo. Ayer acogí al chico al que amputaron la pierna el otro día. Es un chico realmente vivaz, que se está aferrando a su vida con muchas ganas a pesar de que no le dan más de una semana de vida. Lo cuido como si fuese mi hijo y estoy segura de que podré llegar a quererlo como a tal. Me encanta verlo sonreír y me siento tan llena de vida cuando me abraza... Luis me ayuda en todo lo que puede, aunque al principio no estaba muy de acuerdo con nuestra “adopción”, me dijo que el chico moriría en breve y que eso me causaría un gran dolor. Pero tras pasar unas horas con el chico el corazón de Luis pareció ablandarse y me dijo que si yo decidía seguir adelante con esto él me ayudaría y que en el caso de que algo fuera mal estaría allí para apoyarme. Es un gran hombre Luis, llegará a lo más alto, estoy segura, tiene la frialdad suficiente para ser cámara aunque al principio le costara un poco eso de grabar en situaciones como esta. Pero ahora ha encontrado el equilibrio entre su sensibilidad y su frialdad, sabe darle un gran enfoque a sus vídeos, realmente sus vídeos transmiten lo que el siente cuando los graba. François, así se llama el chico, y Luis son mi único apoyo aquí, pero el cariño que me dan es algo que no podré olvidar nunca.

01/02/2010

Mi vida se ha hundido del todo. François murió esta mañana, al levantarme vi que no respiraba y tras llamar a una enfermera, supimos que había fallecido. Entonces descubrí que aquellos grandes ojos oscuros nunca más volverían a mirarme, que aquellos labios nunca más volverían a esbozar una sonrisa, esa sonrisa que me hacía sentir la mujer más afortunada del mundo. El dolor que sintió mi corazón en aquel momento fue el más grande que había sentido en toda mi vida. De tanto dolor que sentía no pude ni llorar, simplemente me senté en una esquina del aeropuerto mientras miraba al horizonte con la mirada perdida. Al poco rato Luis se acercó y me abrazó. Al menos aún me quedaba algo para seguir adelante. Me besó en la frente y al momento se levantó dije algo que no alcancé a oír y se alejó preocupado. Al instante volvió junto con una enfermera. “Vamos Ester, tienes mucha fiebre- dijo- ven a la carpa para que el doctor pueda reconocerte”.

02/02/2010

He contraído la peste. No me lo puedo creer, lo que me faltaba. Como voy a ayudar ahora a esas personas enfermas que lo necesitan si la primera que está enferma aquí soy yo. Según el doctor que me atendió se me han hinchado los ganglios linfáticos axilares, cervicales e inguinales, aunque no estoy muy segura de lo que eso significa, y tengo casi todo el cuerpo lleno de unas manchas negruzcas en la piel. Además me cuesta enormemente respirar y me acaban de diagnosticar neumonía. Los médicos no esperan que dure mucho tiempo, o eso al menos le dijeron a Luis, que tras oírlo lloró desconsolado durante horas. Me siento terriblemente mal por toda esa gente a la que no voy a poder ayudar ahora que voy a morir. Mi compañero ha llamado esta mañana a nuestro jefe diciéndole que yo estaba al borde de la muerte y que no pensaba hacer más conexiones. El jefe se enfadó y lo ha despedido, pero él ha afirmado que le da igual, que no piensa grabar estando yo así, que le importo más que un estúpido trabajo, “ya encontraré otro empleo- fueron sus palabras- ¿qué se cree ese que él es el único director de informativos del mundo o qué?”. Esto me ha enseñado que me tiene gran aprecio, claro está, 4 años trabajando codo con codo dan para mucho. Anoche se acostó a mi lado, y me rodeó con su brazo, en ese momento pude olvidar lo horrible que era la vida en Puerto Príncipe, me sentía protegida y cómoda en sus brazos. Pero entonces aquel momento maravilloso se esfumó cuando un niño comenzó a llorar. Volvimos a la realidad, a la oscura y dura realidad que era ahora la vida en Haití.

04/02/2010

Mi vida es una intensa agonía que parece no acabar. Preferiría estar muerta que vivir como estoy viviendo y ver como Luis sufre por ello. Cada vez tengo más manchas por el cuerpo y me cuesta más respirar. Ahora mientras estoy aquí sentada escribiendo pienso en todo lo que he pasado en los 23 días que llevo en Haití. A mi llegada solo deseaba volver a Nueva York, a mi casa con todas las comodidades, pero a medida que fueron pasando los días me fui dando cuenta de que esta gente necesitaba más mi ayuda que yo mis sábanas limpias. Siempre me había aterrado la muerte, pero ahora que sé que moriré tras haber podido salvar las vidas de mucha gente, la muerte me asusta menos, porque sé que he prestado todo el apoyo que he podido hasta el último momento, y seguiría ayudando pero ésta enfermedad me impide levantarme. En mi corazón siempre estarán todas las imágenes felices que me ha traído mi trágica estancia en Puerto Príncipe: todas aquellas sonrisas de las personas a las que ayudé, los ojitos brillantes de François, ver como la cuidad parecía volver poco a poco a la normalidad... Empiezo a encontrarme terriblemente mal, la cabeza me da vueltas y no puedo respirar. Con mis últimas fuerzas llamo a Luis que llega al instante. Si tengo que llevarme una última imagen de mi vida prefiero que sea la cara de Luis y no el sucio aeropuerto. Él, como sabiendo lo que va a pasar me acaricia la cara con cariño y me dice que no me preocupe, que estará aquí a mi lado hasta que todo acabe...”

Ester falleció aquel día por la tarde en mis brazos tras una larga agonía. No pude parar de llorar durante días. Nunca pensé que ella fuese a morir, siempre pensé que si alguno de los dos moría sería yo, ella con su alegría, sus ganas de vivir, sus ansias de ayudar a los demás, no podía estar muerta, no podía. He decidido irme de Haití cuanto antes, no puedo seguir aquí. El mismo día de su muerte compré un billete para volver a España y repatriar el cuerpo de mi compañera. Pero tras pensarlo detenidamente me di cuenta de que lo que ella realmente hubiera querido es que su cuerpo yaciese para siempre aquí, en Puerto Príncipe. Organicé un entierro y para mi sorpresa decenas de personas acudieron. Todos eran personas a quienes Ester había ayudado en el tiempo que había pasado en Haití. Todas aquellas personas querían darle un último adiós a su salvadora. Fue un funeral muy emotivo, la gente depositaba flores sobre su tumba, algunos incluso tenían lágrimas en los ojos. Ver como aquellas personas realmente sufrían por la muerte de mi amiga me emocionó, sabía que a Ester le hubiera encantado ver cómo la gente a la que ella había ayudado habían rehecho sus vidas y la recordaban con cariño. Estoy seguro de que aquellas personas nunca olvidarán lo que mi compañera hizo por ellos.

Ella es sólo un ejemplo de toda la gente que dio su vida por ayudar a la gente que lo necesitaba en Haití y que nunca serán olvidados por las personas a las que ayudaron. Aunque hayan pasado varios meses desde la tragedia del 12 de Enero, Haití sigue necesitando la ayuda que solo pueden proporcionarle los países poderosos y no debemos olvidar a las personas que siguen sufriendo en esas calles por levantar sus casas de nuevo y rehacer sus vidas. Siempre hay que saber dar a los demás sin recibir nada a cambio como hizo Ester, porque a veces tenemos dejar un poco de lado nuestro egoísmo y preocuparnos un poco por los demás. La labor de mi compañera no fue solo ayudar a los que lo necesitaron en Haití, sino a todas aquellas personas del resto del mundo que necesitaban saber lo que estaba pasando. Gracias a eso mucha gente se sintió sensibilizada con la causa y mandó ayuda. Esa ayuda fue la que ayudó a gente como mi amiga y los otros voluntarios a salvar a los demás. Si los supervivientes del terremoto tuvieran que decirles algo a todas esas personas que los ayudaron desde sus casas estoy seguro de que sería “gracias”, porque sin ustedes la labor de estos voluntarios no hubiera servido de nada. Ester permanecerá para siempre en los corazones de aquellos a los que ayudó y espero que ese recuerdo permanezca también en el corazón de aquellos que lean su historia.



María Vázquez González

lunes, 19 de abril de 2010

JESÚS Y PEDRO


Después de la pesca los discípulos fueron con Jesús a la orilla, allí «ven puestas brasas y un pez encima y pan» (Jn. 21, g) Cuando comieron, Jesús hizo una triple interrogación a Pedro diciéndole: ¿Me amas? Ante la triple respuesta afirmativa, Jesús le dice sucesivamente: «apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas» (Jn. 20, 15, 16, 17) Al constituirle como pastor de la nueva grey que será la Iglesia, confirma la promesa de que Pedro será la roca sobre la que construirá su Iglesia. Tanto San Pedro como sus sucesores serán los vicarios de Cristo en la tierra.
«Sobre El (Jesucristo), por la fe en su resurrección, somos edificados los cristianos» (Juan Pablo II, en Orcasitas)

lunes, 5 de abril de 2010

JESUS HA RESUCITADO.ALELUYA!!

Apariciones del primer día

María Magdalena llegó al sepulcro por segunda vez, cuando ya se habían marchado Pedro y Juan. Estaba fuera de¡ sepulcro y lloraba. Entonces se le aparecieron dos ángeles que intentaron consolarla, pero seguía llorando. Después tras ella se apareció el mismo Jesús resucitado. María le confundió con el jardinero y le dijo que si sabía dónde estaba el cuerpo de Jesús se lo dijese. Jesús le dijo: «¡María! Ella se vuelve y le dice en arameo Rabbuní, que quiere decir Maestro» (Jn. 20, 76) Después le dice Jesús: «Ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos, he visto al Señor, y las cosas que le dijo» (Jn. 20, 17-18)

¿Qué nos está diciendo pues la cruz de Cristo, que es, en cierto sentido, la última palabra de su mensaje y de su misión mesiánica? Y, sin embargo, ésta no es aún la última palabra del Dios de la Alianza: esa palabra será pronunciada en aquella alborada, cuando las mujeres primero y los Apóstoles después, venidos al sepulcro de Cristo crucificado, verán la tumba vacía y proclamarán por vez primera: «Ha resucitado» Ellos lo repetirán a los otros y serán testigos de Cristo resucitado. (Juan Pablo II, DM, 8)

Segunda aparición de Jesús a sus apóstoles


El domingo siguiente a la Resurrección Jesús se apareció de nuevo a los Apóstoles. En esta ocasión estaba Tomás con los otros y superó la incredulidad que había manifestado ante las manifestaciones de los diez, haciendo un acto de fe explícito en Jesús como Señor y como Dios. Ello dio pie a que Jesús enunciase la última bienaventuranza, que comprendía a todas las demás: «Bienaventurados los que sin haber visto creyeron» (Jn. 20, 29)


APARICIÓN A LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS

Al caer la tarde del domingo en que resucitó Jesús, dos de los discípulos se marchaban a su aldea, llamada Emaús. Volvían desesperanzados por los acontecimientos de aquellos días y el triste final de la muerte de Jesús. Jesús se apareció a ellos mientras caminaban, aunque no le reconocieron. Al caminar, Jesús les interrogó por la causa de su tristeza, y ellos al contárselo descubrieron también que su fe en Jesús era insuficiente, pues esperaban un Mesías rey que les librase del yugo de los romanos. Jesús aprovechó sus palabras para explicarles el sentido de las Escrituras, y que convenía que sucediese de aquella manera como lo habían anunciado los profetas. Además se lo explicó de tal modo, que después comentaron que les ardía el corazón mientras les explicaba las Escrituras. Al llegar a la aldea, le invitaron a cenar, y al partir el pan le reconocieron. Entonces desapareció de su presencia. Ellos volvieron a Jerusalén a contar lo sucedido (Lc. 24, 13-35) Los demás les dijeron también: «El Señor ha resucitado realmente y se ha aparecido a Simón» (Lc. 24, 34) Es de notar en todos estos testimonios la insistencia en dejar constancia tanto de la incredulidad que manifestaban inicialmente los discípulos, como del realismo de las apariciones; por ello insisten en que Jesús comió, le tocaron, le oyeron, y no sólo le vieron. La Resurrección es la victoria de Cristo sobre la muerte y sobre sus causas: el pecado y el diablo.


APARICIÓN A LOS APÓSTOLES


Estando reunidos los diez -pues faltaba Tomás- sin abrirse las puertas, se apareció ante ellos en el Cenáculo y les dijo: «La paz sea con vosotros» Quedaron sobrecogidos y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Pero El les dijo: ¿Por qué os turbáis y por qué dudáis en vuestros corazones? Ved mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tocadme y ved. Un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Como siguiesen incrédulos por la alegría y admirados, añadió: ¿Tenéis algo que comer? Y ellos le dieron un trozo de pez asado. El lo tomó y comió delante de todos. San Marcos precisa que les «reprendió por su incredulidad y dureza de corazón, pues no habían creído a los que le habían visto resucitado de entre los muertos». Después Jesús sopló sobre ellos y dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonarais los pecados les serán perdonados. A quienes los retuvierais, les serán retenidos».

miércoles, 24 de febrero de 2010